Ilustrando con Barron Storey
Cuando mi amigo, el profesor Eduardo Villacís, Director de la Subespecialización de Ilustración y Arte Secuencial de la Universidad San Francisco de Quito, me invitó a participar en el Taller Ver es No Creer, que daría un famoso ilustrador estadounidense, tuve mis reservas bien fundadas. Ya había participado en algunos congresos y seminarios de creatividad, diseño y publicidad, y todos habían sido tomaduras de pelo, con “profesionales” que venían solamente a mostrar lo que habían hecho y a un coloquio de preguntas y respuestas.
Nada más.
Pero confié en mi amigo —conocía el maravilloso trabajo de Eduardo tanto como pintor, ilustrador y profesor— cuando me dijo que Barron Storey era uno de los máximos representantes de la ilustración en EEUU, y un profesor por cuarenta años.
Esa fue la palabra mágica.
Si alguien llevaba cuarenta años enseñando, quería decir que podía dirigir un taller como debía ser.
Y no me equivoqué.
Desde el primer día, Barron Storey demostró que sabía muchísimo. Y que estaba dispuesto a compartir sus conocimientos y experiencias con los treinta y tantos asistentes del taller. Con carisma y humildad me hizo ver la ilustración de una manera refrescante y entusiasta, con un enfoque más humano y profundo. Durante las veinte horas que duró el seminario, Barron nos dio críticas sinceras de nuestros trabajos, nos confió técnicas nuevas, el uso de materiales que no conocíamos, y nos inspiró a trabajar con entusiasmo. Además, tuve la oportunidad de conocerlo fuera de clase, ya que Eduardo era su guía y traductor permanente. Aprendí mucho más con él en una semana, que en una maestría de dos años.
El ilustrador como Narrador Visual
El ilustrador, según Barron Storey, es más que una persona capaz de lograr realismo o hiperrealismo en sus imágenes. Es un observador de la vida cotidiana. Es el depositario de las cosas simples, de los paisajes extraordinarios, de los reflejos de las ventanas, de la caída de las hojas, de lo que la “gente común” no presta atención, pero que reconoce cuando observa el trabajo del ilustrador. O sea, como ilustradores, debemos abrir los ojos mucho más que el ser humano normal. Debemos encontrar historias no contadas en imágenes aleatorias que rodean nuestras experiencias diarias, para contarlas después en la portada de una revista, de un libro, en algún artículo de periódico u otra pieza estética y comunicativa.
Después de muchos años de estar rodeado de publicistas, diseñadores gráficos, fotógrafos, mercadotecnistas, estudiantes y profesores que solo pensaban en el ilustrador como “un dibujante,” fue altamente alentador escuchar a alguien de la talla de Barron Storey, darle la importancia que la ilustración merece. La importancia que muchas veces se ve diluida por los deseos de supervivencia de aquellos que alguna vez tuvieron que ilustrar.
Y Barron va mucho más allá. Es detallista, obsesivo, temático y exigente. Como todo buen profesor de una Escuela Superior de Arte. Posee una bitácora visual, un libro de papel blanco en el que registra —ilustra— todo, absolutamente todo lo que observa en su día a día. Se obliga a sí mismo a ilustrar, por lo menos, una página diaria, y lo hace con extrema exquisitez. Cada una de las páginas de los diarios de Barron Storey son pequeñas obras de arte que merecen ser exhibidas en las mejores galerías. Tal es así, que uno de sus diarios —tiene 150 hasta ahora— ha sido reproducido en su totalidad a manera de libro coleccionable, y se ha convertido en un éxito de ventas.
Pero, ¿puede haber algún futuro para la ilustración en el Ecuador?
Con el tiempo, por supuesto que sí.
Con talento, trabajo duro y creatividad.
Pero esto debe darse en las aulas.
Hay que crear subespecializaciones como la de la USFQ.
No hay que esperar a que el mercado lo demande, sino crear mercado con las generaciones de ilustradores que nazcan en las universidades guayaquileñas, como la USM.
Ojalá pudiera ver esto en un futuro cercano.
A Barron le encantaría.
Los estudiantes pintan libremente, con tizas pastel, sobre papel Kraft.
Barron critica el portafolio de los estudiantes.
El profesor posa para sus alumnos durante el field trip en las calles de Cumbayá.
El maestro y sus alumnos.
JD Santibáñez, Barron Storey y Eduardo Villacís, profesor de la USFQ y responsable de traer a este gran ilustrador al Ecuador.
Las páginas de las bitácoras visuales de Barron Storey son verdaderas obras de arte.
Las publicaciones de Barron Storey se han convertido en objetos de colección.
La técnica y profundidad de sus ilustraciones son un llamado de atención a los sentidos.